Innovación y tradición: Panadería Mendoza
- JC LOPEZ Y ASOCIADOS LOPEZ
- 11 feb
- 4 Min. de lectura
La herencia del sabor cajamarquino. Una historia familiar de éxito.
“Mi padre nos impulsó a generar nuestros propios ingresos para no depender de nadie. Llevamos más de 30 años haciendo empresa”.

La ciudad de Cajamarca, vibrante y llena de historia, se destaca por la algarabía de sus celebraciones en febrero y las ceremonias que rememoran la captura del Inca Atahualpa, en tiempos de la independencia de la ocupación española. Conocida en el virreinato como San Antonio de Caxamarca, esta ciudad ha sido testigo de innumerables eventos históricos. Su plaza central, rodeada de majestuosas catedrales, la asombrosa habitación marcada por la captura del Inca, así como los impresionantes baños termales del Inca, a pocos kilómetros de la ciudad, cautivan a los viajeros con su riqueza histórica y natural.
Más allá de su historia, Cajamarca es famosa por sus deliciosos quesos, considerados los mejores del país, y por sus exquisitas rosquitas de manteca. Este manjar es un postre favorito durante carnavales, fiestas patrias y épocas navideñas, en realidad, ¡todo el año está presente en los hogares de la región! No hay panadería que no ofrezca este bocadillo, que encuentra su mejor acompañante en el manjar cajamarquino.
En medio de este próspero entorno, empresas como Panadería Mendoza han encontrado una oportunidad para prosperar y dejar una huella duradera. Con más de 30 años de historia, la panadería continúa el legado de su fundador, Julio Mendoza. Hijo de agricultores de la provincia de San Miguel, Julio emigró con su esposa e hijos a la capital en busca de un futuro mejor, y logró establecer un negocio que sigue floreciendo con el mismo espíritu de tradición y dedicación en la administración de su hija Rosa Mendoza y su nieta Jackeline.
Del campo a la ciudad en busca de prosperidad
¿Cómo nació la idea de negocio de la empresa?
La historia de nuestra empresa comenzó con un sueño audaz y valiente. Mi padre, un joven soñador criado en los campos cajamarquinos por sus tíos, decidió dejar atrás su vida en el campo y mudarse con su familia a la ciudad. Sacrificó sus terrenos y animales, dejando atrás su única fuente de ingresos: la agricultura.
Al llegar a la capital, mi padre compró un pequeño terreno y un triciclo, con el que empezó a vender pan. Recuerdo con claridad las mañanas en las que mis hermanos y yo nos levantábamos temprano para ayudar a seleccionar el pan para la venta. Luego atendíamos a los clientes, íbamos a la escuela y regresábamos para seguir vendiendo.
El verdadero cambio llegó cuando un cliente nos preguntó si vendíamos rosquitas. Motivado por esta pregunta, mi padre decidió explorar esta nueva oportunidad. Buscó a maestros de cocina y se dedicó a crear deliciosas recetas. Construyó un horno artesanal de leña en nuestra casa, y así comenzaron a prepararse las primeras rosquitas de manteca, que rápidamente se convirtieron en un símbolo de calidad y sabor en nuestra comunidad.
La familia Mendoza, en la capital cajamarquina, es reconocida como una de las empresas tradicionales más prósperas y vigentes. Tras el fallecimiento del fundador, Rosa asumió con gran carácter y determinación la dirección de la empresa, apoyada por su esposo y sus dos hijos. Rosa, actualmente gerente general, ha sido aclamada como “la mujer de oro, líder por excelencia” por la Comunidad Empresarial de Tratados Comerciales en Lima. La empresa, proveedora y distribuidora de rosquitas de manteca y lácteos, opera a nivel nacional e internacional.
¿Qué responsabilidades asumes cuando diriges una empresa familiar?
El negocio en sí es muy sacrificado, y cuando es familiar, aún más. Todos los días pensamos en cómo generar más ventas, asegurar suficiente materia prima para cada pedido, prever la producción diaria y más. Son un sinfín de actividades que realmente valen la pena.
Sé que mi objetivo principal es continuar con el negocio para mantener viva la memoria de mi padre y el progreso familiar. Mientras el negocio exista, mi padre seguirá viviendo. Él nos enseñó a todas las mujeres de la familia a superar las adversidades y nos motivó a desarrollarnos al frente de nuestros negocios y carreras profesionales. Siempre nos decía “aprendan a generar su propio dinero para que nunca dependan de ningún hombre”.
¿Cuál fue el momento más difícil que afrontaste?
La pandemia fue muy dura para nuestra familia; cuando hablo de familia, me refiero también a nuestros colaboradores y proveedores de materia prima. Si nos hemos posicionado en el mercado, es gracias al trabajo en equipo y al apoyo mutuo.
Durante la pandemia, cerramos nuestras tiendas y talleres de producción. Tuve que retirar todos mis ahorros para poder apoyar económicamente a mi equipo de trabajo. No me importó quedarme sin un sol.
El legado del sabor
Rosa Jackeline, administradora de empresa, tiene el honor de gestionar la empresa fundada por su abuelo y dirigida por su madre.
¿Qué hábitos mantiene tu familia desde la fundación de la empresa?
La tradición familiar es hermosa; soy parte de la tercera generación de esta maravillosa empresa, que para mí es un símbolo de progreso, amor y construcción. Los hábitos que aprendimos de mi abuelo incluyen el amor al trabajo. Somos muy disciplinados. Todos aquí nos despertamos muy temprano, pensamos en estrategias y analizamos cada detalle. Además, soy consciente de que llevo la administración en el ADN; esa fue la verdadera herencia de mi abuelo.
¿Qué es lo que más admiras de tu madre?
Su visión y su carácter para asumir la empresa.
Al ingresar al taller de producción y a la casa de doña Rosa, se siente la presencia de Don Julio; su voz parece resonar en las palabras de su hija y nieta. Ahora, ellas imprimen sus nombres y valores familiares en cada rincón de la empresa, trabajando con el mismo espíritu y dedicación que él les inculcó. Es así como continúan construyendo un legado de éxito y pasión.
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